miércoles, 18 de abril de 2018

María Isabel Rueda / La traición de Trichi

Jesús Santrich

María Isabel Rueda

La traición de ‘Trichi’

La Farc debería aceptar que uno de sus miembros se descarrió.

El Tiempo, 15 de abril de 2018



Asombra que Jesús Santrich o Seuxis Paucivas, o ‘Trichi’, en el mundo de los “televisores”, sea o tan criminal, o tan bruto, o ambas cosas. Porque después de recibir del gobierno Santos una segunda oportunidad sobre la tierra, resuelve tirársela cuadrando un multimillonario negocio ilegal por el que no solo tendrá que pasar prácticamente el resto de su vida en una cárcel de Estados Unidos, sino con el que además traicionó al resto de los desmovilizados de las Farc que no estaban en la jugada.
El episodio, en todo caso, pone a prueba el compromiso de la Farc con el acuerdo que firmaron. En lugar de andar hablando de montajes, insultando al Fiscal y acusándolo de inventar mentiras para tirarse la paz, ¿por qué no valoran serenamente las pruebas contra Santrich y le reclaman por su comportamiento traidor y atentatorio contra la estabilidad de los acuerdos? Dos personas acaban de reconocer que se equivocaron y que lo asumen: Mark Zuckerberg, creador de Facebook, por no haber tomado las precauciones necesarias para que Cambridge Analytica no les robara los datos a los usuarios. Y el papa Francisco, porque, mal informado acerca de las verdades de la pederastia en Chile, no quiso recibir a sus víctimas. Reconocer los errores está de moda.


La Farc debería hacer algo parecido. Aceptar que uno de sus miembros se descarrió, si es que es cierto que Santrich no actuó con colaboración de alguien más en la Farc. Por lo menos Timochenko le ha dado un consejo sensato a Santrich: que levante su huelga de hambre para que se ponga “en condiciones físicas y mentales para dar esta batalla en esta nueva trinchera y demostrarles a Colombia y al mundo que es un revolucionario íntegro”.

Solo quedaría esperar la verificación de la JEP sobre la fecha del delito, el concepto de la Corte y la decisión del próximo presidente de si extradita o no. Pero el problema es que apareció otra grave complicación: Marlon Marín Marín, socio de Santrich en el envío al cartel de Sinaloa, sobrino de Luciano Marín, alias Iván Márquez, ahora está acusado por la Fiscalía de ser el jefe de una mafia de intermediarios que, gracias a su cercanía con la Farc, direccionaba los proyectos productivos a cambio de un provecho económico. Tenía información privilegiada de la adjudicación de contratos, compraba a los funcionarios de los fondos que intervenían en el proceso de contratación y hasta seleccionaba las interventorías para esquivar los controles.

No se sabe si Marín Marín estaba en este entramado gracias al parentesco con su tío. Por lo menos es posible pensar que si tenía información privilegiada es porque la sacaba de los proyectos que presentan la Farc. Por eso reinaba la opacidad, y no la transparencia que exigían los países amigos en los procesos de selección. Sí se sabe que por intermedio de su tío se presentaba como uno de los impulsores de la paz y ofrecía cargos y favores a sus amistades. No está en los listados de las Farc, pero las autoridades confirman que vivió con Iván Márquez en Venezuela y lo visitaba en Cuba durante la negociación. Así que propiamente distantes, como pretenden la Farc, no eran. 

Las relaciones de Santrich con Marín Marín, quien supuestamente lo presentó con el cartel de Sinaloa, están documentadas en videos y con grabaciones de meses de conversaciones que tienen en su poder tanto la Fiscalía como la DEA. El destinatario era Rafael Caro, jefe del cartel de Sinaloa, a quien además Santrich agasaja con una pintura muy bien dedicada “a don Rafa, con aprecio y esperanza de paz”. 

¿Que las andanzas de Marín Marín posiblemente no las conocía su tío Marín, tanto las de narcotraficar como las de intermediar en los proyectos para la Farc? Es posible. Pero las autoridades no creen que este personaje y su socio Santrich estuvieran en capacidad de conseguir en el mercado 10 toneladas de coca sin que por lo menos contaran con las disidencias de las Farc, que se quedaron con el negocio por fuera de la paz. Hasta podría ser factible que los 15 millones de dólares del alijo tuvieran como destino terminar lavados en la chequera de la paz. 

¿Y, encima de todo, la Farc pretende que el Fiscal tuviera que pedirle permiso a la JEP para proceder? 

De no haber el Congreso reformado a buena hora el artículo de la reincidencia –tal y como venía originalmente en el “mejor acuerdo posible” firmado por De la Calle–, Santrich, tranquilito, seguiría protegido por la JEP. 

Entre tanto… Si por 10 toneladas ‘Trichi’ iba a cobrar 15 millones de dólares, ¿cuánto habrán recibido las Farc en por lo menos 20 años de actividad en el negocio?


MARÍA ISABEL RUEDA

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