miércoles, 14 de febrero de 2018

La guerra feminista se libra en los medios



La guerra feminista se libra en los medios

Un manifiesto en el que 100 mujeres defienden "el derecho a molestar" de los hombres lleva una semana encendiendo el debate en la prensa francesa e internacional


CARLA MASCIA
15 ENE 2018 - 18:00 COT

“Repugnante” y “antifeminista” para unos, “saludable” y “valiente” para otros. El manifiesto, firmado por un colectivo de cien mujeres del mundo intelectual y artístico para denunciar el auge de un “feminismo puritano” y defender “el derecho de los hombres a molestar”, lleva una semana encendiendo a Francia y alimentando las columnas de la prensa internacional. Desde que Le Monde publicó el texto, el pasado martes, tanto las páginas de opinión de la prensa como las tertulias de radio y de televisión se han convertido en el teatro de la guerra mediática que libran dos visiones del feminismo que hoy parecen irreconciliables.

La crítica del “orden moral” y de la justicia expeditiva vía Twitter, que las firmantes del manifiesto atribuyen a las feministas norteamericanas del movimiento #Metoo, —y a su equivalente francés #Balancetonporc (delata a tu cerdo)—, quizá no habría provocado tanta indignación si no conllevara la defensa “del derecho de los hombres a molestar” a las mujeres, que las autoras consideran “indispensable para la libertad sexual”. El debate abierto por el texto, que, además, lleva la firma del icono del cine francés y figura destacada del feminismo, Catherine Deneuve, solo está empezando.

Un manifiesto antifeminista

Por si no quedaba claro, tras una semana de maratón mediático, la militante y política, Caroline De Haas, lo volvió a afirmar en el programa de televisión de máxima audiencia Quotidien: “El manifiesto es peligroso porque banaliza las violencias sexuales y culpabiliza a las víctimas”. De Haas, que fue la primera en criticar al manifiesto con una virulenta tribuna en France Info, considera que los medios actúan de forma irresponsable invitando y entrevistando a las firmantes. “¿Piensa que es correcto llamar a boicotear a las mujeres que no están de acuerdo con usted?”, le preguntó el presentador, Yann Barthès. “No es lo mismo tener un debate político sobre un tema que publicar un texto que tendrá consecuencias sociales reales”, contestó la militante con rotundidad.
De Haas no fue la única en alzar la voz. También lo hizo la ganadora del premio Goncourt 2016, Leïla Slimani en una aplaudida tribuna en Libération en la que revindica “el derecho a no ser molestada”. Detrás de “esa supuesta libertad de molestar” se oculta, según la escritora, una visión “terriblemente determinista del género masculino” sujeto “a pulsiones incontrolables”. La historiadora Michelle Pierrot se ha sumado a la protesta. Critica la falta total de solidaridad de las firmantes con la lucha feminista. Denunciar un acto de agresión, recalca la especialista en Historia de las mujeres en Le Monde, no tiene porqué “encerrar a las mujeres en un estatus de eternas víctimas”. En la misma línea, la militante feminista Pauline Arrighi considera, en una tribuna en el semanal Le Nouvel Observateur que "reconocerse como víctima es el primer paso para liberarse y empezar a reconstruirse".
No solo mujeres protestan. “Al fin y al cabo, que te toquen el culo no es tan desagradable. Y que un hombre eyacule sobre tu abrigo en el metro hace parte del aprendizaje de la empatía y de la resiliencia” ironiza el periodista Daniel Schneiderman en las páginas de Libération. Para él, el texto no es un manifiesto sino más bien “un alegato del siglo pasado” escrito por mujeres que “han construido su gloria y fortuna en la época dorada de Mayo del 68” sin conseguir romper el techo de cristal, ni reducir la desigualdad salarial.

Un manifiesto saludable que permite relanzar el debate

“No sé si interpretar la violencia de algunas reacciones cómo el resultado de un malentendido o como mala fe”, explica Peggy Sastre, firmante del manifiesto, en Le Figaro. Sastre no entiende como “mujeres que incitan a otras a alzar la voz” les pidieran que se callaran. Considera que el feminismo que propone De Haas es “policíaco” y “antiliberal en el sentido político: rechaza la pluralidad y la coexistencia de sensibilidades diferentes dentro del debate público”. La escritora y psicoanalista Sarah Chiche, también firmante del texto, recuerda en la radio France Culture que la liberación de la voz de las mujeres tras el caso Weinstein era “necesaria y legítima”. El problema, es “el retorno del orden moral” que, asegura, ya está erosionando el mundo del arte. Una preocupación que desarrolla en una tribuna en Le Monde en la que equipara el “derecho a molestar” de los hombres al “derecho a ofender" de los artistas.
La creciente “censura” que se está apoderando del mundo del arte, bajo el impulso de un “feminismo puritano” es, según Catherine Deneuve, un peligro para la sociedad. Discreta en los días que siguieron la publicación del manifiesto, reitera en Libération su apoyo al texto que justifica por su aversión hacía la justicia sumaria y “el efecto manada”. Sin embargo, se distancia de “algunas firmantes del texto”. Si bien no la nombra directamente, la crítica de Deneuve está claramente dirigida a la exactriz porno, Brigitte Lahaie, que sostuvo durante una tertulia que la enfrentaba a De Haas en el canal de televisión BFM que “se podía sentir placer durante una violación”. Semejante afirmación, señala Deneuve, “es peor que escupir a la cara de todas las mujeres que han sufrido ese crimen”.
Pese a la tormenta de críticas desatada por la publicación del manifiesto, algunas personalidades públicas no han dudado en expresar su apoyo al texto. Mientras la escritora y ensayista, Belinda Cannone, escribe en Le Monde, que “no es condenando la expresión del deseo masculino sino compartiéndolo con los hombres que las mujeres lograrán emanciparse”, para el politólogo Olivier Roy, el caso Weinstein ha producido un cambio de perspectiva peligroso. “El problema ya no reside en la cultura del agresor sino en su condición de macho, de animal, de cerdo. La naturaleza ha remplazado la cultura como origen de la violencia”, explica en una tribuna en Le Monde.
Equidistante, el director de la revista L´Express, Christophe Barbier, considera, en su editorial, que si bien el manifiesto tiene aspectos muy criticables, es sin embargo “saludable”. “El movimiento de la liberación de la voz de las mujeres (#balancetonporc) ha ido demasiado lejos (…) Una violación no puede ponerse en el mismo plano que una broma de mal gusto. Todo valía lo mismo en esa avalancha de denuncias y eso no es bueno para las víctimas”, valora el periodista.

¿Qué les pasa a las francesas?

Desde el extranjero algunos medios de comunicación, como la BBC, intentan entender el debate a la luz de un conflicto entre generaciones. La polémica enfrentaría, según el canal británico, a las feministas de la liberación sexual de los años 60 a las de hoy en día “cuya lucha contra el acoso sería la última etapa en el combate para los derechos de las mujeres”. Otros, como el diario conservador alemán Die Welt, creen que la “resistencia” al “feminismo puritano” era inevitable en un país cuya cultura y literatura “se caracterizan, desde hace siglos, por el libertinaje, la galantería y la libertad sexual y que produjeron autores como el Marqués de Sade o el filósofo Michel Foucault”.
Agnès C.Poirier, columnista de The New York Timespercibe el manifiesto como una actualización del pensamiento que desarrolló la filósofa y escritora del famoso El Segundo Sexo, Simone de Beauvoir, en los años 50. La idea de que el tipo de feminismo que sustenta #Metoo tiende a destruir toda la ambigüedad y el encanto de la relación entre hombre y mujer, sería sin duda compartida por Beauvoir. "La reacción epidérmica a través del Atlántico, tanto hacia la filósofa como hacia esa carta, de hecho, puede subrayar la agudeza de la crítica francesa", opina Poirier.
Diametralmente opuesta, la columna de la escritora australiana Van Badham en The Guardian—cuyas páginas de opinión presentan nada menos que ocho artículos dedicados a la polémica francesa— ataca con dureza a Catherine Deneuve cuyas convicciones estarían condicionadas por su posición social. No se puede tildar de "puritanas" a mujeres que creen que la verdadera libertad sexual es la que no sufre presiones.

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