lunes, 9 de enero de 2017

Roberto Ferri / Lecciones barrocas


Roberto Ferri


Roberto Ferri
LECCIONES BARROCAS
En estos tiempos no tenemos apenas ocasiones de saborear a pintores o ilustradores clásicos, que sigan las reglas academicistas del barroco, y ésta de hoy es la excepción.
Os presento a Roberto Ferri, un pintor nacido en Taranto en 1978, y que bien pudiera ser uno de los puntales de la pintura actual italiana como avanzadilla de un hiperrealismo evidente.
Pero más de una dificultad enfrentará un pintor de este estilo para llegar a ser avanzada de un movimiento pictórico, que no existe y que ójala se produjera no solo por lo impactante de las imágenes que genera, sino por su belleza intrínseca y la serenidad que nos trasmite su estatismo clásico.
La primera de las dificultades que cualquier pintor que forme parte de un movimiento de este estilo debe sortear es la técnica. Ferri hace gala de una técnica refinadísima, tanto en el óleo como en el dibujo anatómico con la que consigue carnes trémulas y claroscuros intimistas, una técnica que no está al alcance de cualquiera y que requiere de infinitas horas de trabajo, pues no es algo que pueda aprenderse en las academias si uno no tiene la fuerza personal para asimilarlas, razón por la que aquí obvio a sus maestros. Pero también deberá enfrentar asuntos aún más espinosos, ideológicos, que se refieren a lo que su arte narra y a cómo lo narra.
El primero de los aspectos que hoy se critica a los pintores hiperrealistas europeos es que se acercan demasiado a la fotografía y que ello les lleva a desvirtuar el noble arte del pincel. La mirada unifocal, que parte de un solo objetivo, como si el que viera la obra tuviera un solo ojo, no dirá nunca más de lo que puede decir una foto, por bella que sea, y para eso tenemos las cámaras, no los lienzos. Esta verdad irrefutable ya la postularon los impresionistas franceses, quienes se separaron de la pintura clásica por poco emotiva.
Pero no es de emotividad de lo que carecen las pinturas de Ferri, al contrario, están repletas de pasión y bañadas de tintes eróticos, y aún admitiendo el uso de dispositivos ópticos para su elaboración, no es la técncica lo que pueda invalidar el arte mayor de este pintorazo.
El segundo argumento contra el hiperrealismo actual se dirige a que narran cosas del pasado, a que esta pintura no es de este siglo, como si este siglo tuviera que regirse por critérios estéticos o éticos unitarios y previamente dictados. Pero no es el caso, extrañamente se ven actuales las pinturas de Don Roberto, cierto que rebosan clasicismo, que bien parecen haber salido de la mano de un Caravaggio que nunca murió, y sin embargo, ¡lo que daría el barroco milanés por haber podido pintar estos cuerpos exuberantes sin los prejuicios  sexuales de su tiempo!, porque esto les pasa a las pinturas de Ferri, que son modernas por descaradas, por libertinas, porque no tienen un braguetone que las cubra, y muestran orgullosas la belleza impúdica de sus cuerpos, sus sexos en primeros planos sin ocultarse, aunque  solamente ocupando la importancia que tienen.
Y por último, si se me permite defender el arte de este grande, diré que el exceso de dramatismo que rebosan sus cuadros es parte de la pasión de sus escenas, que ese dramatismo no es una impostura ni un cliché añadido al neoclasicismo de enciclopedia. Ferri es una bomba y cada pintura puede desgarrarte hasta el extremo de hacerte plantearte si la colgarías, o no, de tu soñado salón.


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