Carles Gámez
Y Dios creó a la mujer
El 28 de noviembre de 1956 se estrenaba en Francia la película Y Dios... creó a la mujer de Roger Vadim. La piedra angular en la que descansa el mito Brigitte Bardot. El filme proyectó mundialmente el nombre de la actriz como personaje mediático, versión “con ella llegó el escándalo” y Roger Vadim, su director, apuró hasta el máximo los límites de la censura de la época. Bardot se convierte en objeto de controversia y adoración a partes iguales. Se había ganado la partida a una Francia pudorosa que se disponía a exportar la nueva estrella libertina, juvenil y sin complejos. Los franceses ya contaban con otro icono después de La Torre Eiffel y el General De Gaulle. Desde entonces, el modelo de belleza femenina que encarna ha sido imitado por la moda, la publicidad y la música.

Bardot forja el mito erótico de la mujer-niña, el erotismo Sex-kitten y las jóvenes de todo el mundo imitan su melena al viento, su labios-morritos-rouge y sus ojos perfilados de negro carbón. Un estilo que no era otro que el de una mujer libre, que dejaba la virtud guardada en el armario y encontraba en las arenas de Saint-Trópez, el paraíso perdido, sexo, bikini y cha-cha-cha. Y que a pesar de esa imagen de hedonismo y superficialidad, seguía creyendo en el misterio del amor: “Cada vez que me enamoro creo que será para siempre” dejaba dicho a modo de sentencia.
Mientras el estilo BB se extiende desde las zapatillas bailarinas Repetto a las faldas de Vichy, la pantalla comienza a nutrirse con una nueva ola de jóvenes aspirantes a estrellas oxigenadas que repiten el modelo BB. Roger Vadim, que para algo había estado su fabricante y exportador, intenta repetir la fórmula, sin éxito, en la figura de Annette Stroyberg y prolongarla con Catherine Deneuve y Jane Fonda, pero las voluntarias acaban rebelándose .