lunes, 3 de diciembre de 2012

Nuevos autores / Lo que aprendí del Boom




Lo que aprendí del boom


¿Han ‘matado al padre’ las nuevas generaciones de escritores latinoamericanos? Diez de los más destacados de estos autores analizan un fenómeno que ha dejado una huella indeleble en su literatura


Vargas Llosa, Fuentes y García Márquez

Guadalupe Nettel (México, 1976)
Gracias al boom aprendí algunas cosas que han influido en mi forma de ver la literatura: la primera —y basta leer La ciudad y los perros para darse cuenta— es que la novela no es necesariamente un género de madurez y que es posible practicarlo de manera virtuosa siendo aun muy joven. La segunda, y la más importante de todas, es que se debe escribir desde quienes somos, desde aquello que nos hace únicos e irrepetibles, en vez de querer imitar el estilo de los autores a los que admiramos. Esto lo entendí leyendo a Gabriel García Márquez, pero también a todos los escritores que, en vez de concentrarse en buscar su propia voz, intentan reproducir el estilo del escritor colombiano. La tercera es que más vale no pertenecer a ningún grupo literario que encasille nuestra literatura y la cuarta es que el amor —tanto por las personas como por los libros— es eterno mientras dura.
 Mayra Santos-Febres (Puerto Rico, 1966)
Como muchos otros escritores de mi generación, crecí en el boom. El boom construyó un sistema de referencias más literario que real, pero que apelaba a las ansias de identidad que necesitábamos como región. Del boom aprendimos todos que se puede ser un latinoamericano universal. Además, pudo brindar claves para la creación y captación de realidades tan distintas como las de Orhan Pamuk, Salman Rushdie, Toni Morrison, Paul Auster o Ben Okri. Todos estos escritores han confesado su deuda con el boom. Saber que Colombia, México, Perú, España y Puerto Rico decidieron mediante sus escritores que éramos familia, a mí me hizo crecer con un panorama que sobrepasa la geografía. Sentirme heredera de una tradición tan vasta me incita a querer superar los legados del boom, y fraguar (y se debe fraguar) otra manera de ser ibero / latinoamericano / universal en el mundo.
Damián Tabarovsky (Argentina, 1967)
 El boom retoma la ilusión de que el escritor latinoamericano tiene que tener algo de for export, de very typical (Bolaño es el último avatar del boom) con algunas gotitas de denuncia social y pasteurización de tradiciones locales. A la vez, introduce la novedad de que para ser escritor, o aún peor, hombre de letras, hace falta tener a una Carmen Balcells, o alguien como Carmen Balcells, o a muchos como Carmen Balcells; expresa el momento en que Barcelona comenzó a volverse sede del poder económico editorial en castellano; informa sobre la necesidad del mercadeo de izquierda como paradigma de la figura mediática del escritor latinoamericano (García Marketing, como lo llamaba Fogwill). Lamentablemente no aprendí demasiado de esas cosas. O por la negativa, tal vez sí, mucho. Algo más: hace poco releíPedro Páramo y Tratados en La Habana, casi antagónicos y ambos notables.
Wendy Guerra (Cuba, 1970)
 El boom es mi certeza de que en medio de las crisis o la guerra fría, el autor puede generar patologías literarias, divinos síntomas de escritura excepcionales en un estilo común a sus contemporáneos. Como en el Renacimiento, en geografías distintas surgen tópicos comunes, evidencias culturales antes inverosímiles y la literatura patenta, exhibe, prueba lo que antes parecía una alucinación endémica. Lo inaceptable es reconocido a través de la alta palabra. Nací en 1970, soy un personaje concebido tras la copulación colectiva en un mar de misiles y poesía lezamiana, ellos me entrenaron en defender mi literatura (que es mi persona) por misterioso que pueda resultarle a quienes (hoy) impiden sea editada o leída. Comprendí que yo misma soy ese personaje literario pensado, escrito, dibujado por la mano del boom, yo soy su hija, existo y tengo voz por ellos, a pesar de las nuevas guerras frías.
Yuri Herrera (México, 1970)
Quizá lo primero es lo que los mismos escritores del boom aprendieron de los modernistas: que la voluntad de estilo define la mirada sobre la realidad y la fuerza de su narrativa. Que la del boom, entre otras cosas, adolece de ser una lista compuesta casi exclusivamente por hombres. Que un fenómeno mercadotécnico a veces solo es eso, y a veces se aprovecha de algo evidente, como que la mejor literatura en lengua española ya se estaba escribiendo en el continente americano. Que un buen escritor no necesariamente es una autoridad moral: algunos de los que escribieron las mejores novelas del siglo XX también plagiaron el trabajo de otros, sostuvieron amistades con dictadores, justificaron invasiones injustificables y subordinaron sus opiniones políticas a las necesidades de sus patrocinadores. Que una buena novela sobrevive a las mezquindades de sus autores e inclusive a su propio éxito.
Alberto Fuguet (Chile, 1964)
Lo que más aprendí del boom: lecciones de vida, ejemplos a no seguir. No tratar de abarcarlo todo, no ser tan grande. Poder tropezar. Aprendizajes: las mafias funcionan, una agente superpoderosa puede lograr mucho, un autor vale más que su editorial. ¿Qué más? La idea de España como casa matriz me complica. El boom (onomatopeya inglesa para designar el estallido de una bomba: rara definición, ¿no?) fetichizó la figura del autor; los transformó en superhéroes. Le dio acceso al poder e hizo que estuviera demasiado cerca de este. Pero lo que más me complica es la idea de que unos ganaron y otros quedaron fuera. El nosotros. Uno de “los nuestros”. Lo tenían muy claro: quién era quién. Hoy, claro, el veredicto ha cambiado. Puig ahora es delantero. Quedan algunas obras maestras, lo que no es poco. Y la esperanza de que ojalá nunca vuelva a ocurrir.
Juan Gabriel Vásquez (Colombia, 1973)
Entre los muchos legados de esa generación extraordinaria, uno me interesa especialmente: el derecho a la contaminación. Me refiero al destierro de todo nacionalismo literario, al choque voluntario de la provinciana y castiza novela latinoamericana con otras lenguas y otras tradiciones: otras voces, otros ámbitos. Borges y Onetti habían entreabierto las ventanas de nuestra literatura para que por ellas entraran los otros, de Kipling y Stevenson a Faulkner y Céline; pero esas rupturas los obligaron a justificarse repetidamente, y fueron siempre miradas como heterodoxias o herejías. El boom convirtió aquella ventanilla entreabierta en una tronera: entró a saco en la gran novela moderna, y nos legó a los que vinimos después la posibilidad de mirar más allá de nuestra lengua y nuestras fronteras para construir novelas. Y eso hemos hecho: sin pedir permiso y, sobre todo, sin causar escándalo.
Andrés Neuman (Argentina, 1977)
Ninguna etiqueta explica la realidad, pero algunas la mutilan hasta volverla incomprensible. De eso que llamamos boom aprendí el abismo entre los rótulos y las obras. ¿Qué tiene que ver Lezama con Onetti? ¿Por qué García Márquez (1927) y Vargas Llosa (1936) sí, mientras Puig (1932) no? ¿Hasta cuándo maestros como Di Benedetto o Ribeyro seguirán fuera de la foto? ¿Por qué no figuran poetas, habiéndolos brillantes? ¿No resulta sospechoso que ni siquiera Elena Garro, Silvina Ocampo o Clarice Lispector aparezcan en tan viriles listas? De eso que llamamos boom admiro la ambición estética de sus autores, que me hace pensar en la infinitud de la escritura; y recelo de sus mesianismos políticos, que me hacen pensar en la patología del liderazgo. Entre tanta generalización, dos décadas de textos extraordinarios. Tan grandes que merecen ser leídos como por primera vez, desordenando los manuales.
Iván Thays (Perú, 1968)
Antes del boom, los escritores eran parte de una tribu literaria regionalista, y quienes cumplían ese requisito no existían en el radar literario; el boom rompió esa reducción tribal y se organizó bajo un criterio insoslayable: la libertad formal y la libertad a la hora de escoger los temas. Gracias a su talento y a esa libertad, sus libros —incluso los que pueden ser considerados más “regionales”— pudieron leerse no solo como un folleto informativo sobre un continente exótico, sino además como textos cuyos temas comprometían a todos los seres humanos. El boom ganó un espacio para los escritores que habían llegado antes y para los que íbamos a llegar después. Si algo aprendí de ellos es a no someterme a una agenda nacional, latinoamericana o del propio boom para escribir, y a defender mi derecho —no siempre respetado o asumido por los demás— a ser leído fuera de cualquier tribu.
Julián Herbert (México, 1971)
Me resulta caricaturesca la actitud de autores de mi generación que descalifican íntegramente el boom. Por otro lado, me entusiasman poco los libros que García Márquez, Fuentes o Vargas Llosa publicaron durante las dos últimas décadas. La región más transparente, La tía Julia y el escribidor o Crónica de una muerte anunciada siguen siendo un gozo. También muchos cuentos de Cortázar. Pero mis narradores latinoamericanos favoritos del periodo —Cabrera Infante, Ibargüengoitia, Julio Ramón Ribeyro, Manuel Puig— no son, en sentido estricto, parte del boom: más bien refieren una sensibilidad pop que se aleja del exotismo y el simbolismo autoinfligidos y privilegia el humor sobre lo sublime. No creo que el boom sea un fenómeno generacional, sino editorial y, hasta cierto punto, una actitud ante el lenguaje. Si esto es verdad, entonces prefiero el bip: una literatura en tonos más punzantes.

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/11/02/actualidad/1351853606_142353.html

De izquierda a derecha: Nicole Boulanger (de espaldas), directora de la sección cultural de Le Nouvel Observateur, Juan Goytisolo, José Donoso, Carlos Fuentes, Patricia Vargas, Mario Vargas Llosa (parcialmente hurtado a la cámara por el ademán de su esposa), Ugné Karvelis (pareja de Cortázar), Abraham Nuncio, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y una mujer no identificada. El grupo se reunió en un restaurante del villorrio de Bonnieux, en la provincia francesa, escala rumbo a Saignon, pequeña población ubicada en el Valle de Volpon, donde Cortázar tenía un cottage.

Libros| El Espectador, 3 Nov 2012 - 4:37 pm

El "boom" latinoamericano

en 30 frases

Por: EFE
Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier y Santiago Gamboa, entre otros, definen el "boom".



El "boom" latinoamericano ha generado tantos libros notables como reacciones a favor y también alguna en contra de lo que supuso como fenómeno literario mundial. Algunas de las más destacadas son las siguientes:

1.- "Los autores del 'boom' (...) son nuestros clásicos". Jorge Volpi, escritor mexicano.

2.- "'La ciudad y los perros' es el libro más emblemático, con el que se afirma y establece el 'boom'". Carmen Balcells.

3.- "Se hizo popular (V. Llosa) en todo el mundo de habla castellana (...) y 'La ciudad y los perros' hizo hablar a todo un continente". José Donoso.

4.- "La literatura latinoamericana goza de muy buena salud (...) y no hay distancias siderales entre los escritores del 'boom' y los nuevos escritores". Mario Vargas Llosa.

5.- "Carlos Fuentes, con Gabriel García Márquez 'Gabo' y el resto de autores del 'boom', entroncaron de nuevo la literatura española con la modernidad". Juan Goytisolo.

6.- "La generosidad y los contactos de Fuentes, el gran artífice del 'boom', fueron claves para este fenómeno". Santiago Gamboa .

7.- "El Renacimiento, una de las claves de gestación de la novela iberoamericana". Carlos Fuentes .

8.- "El 'boom' es un cruce de caminos del destino individual y el destino colectivo expresado en el lenguaje". Carlos Fuentes.

9.- "'La muerte de Artemio Cruz' (C. Fuentes) revolucionó en los inicios del 'boom' los paradigmas narrativos de América Latina". Julio Escoto.

10.- "Fuentes, un hombre involucrado con la realidad de su tiempo y de opiniones valientes y necesarias". Luis García Montero.

11.- "¿Qué es la historia de América Latina sino una crónica de lo maravilloso en lo real?". Alejo Carpentier.

12.- "El cubano Guillermo Cabrera Infante, el hombre que transformó el lenguaje". Zoe Valdés.

13.- "Con la cristalización del 'boom', se generó una ilusión temática en la narrativa latinoamericana (...) y fue García Márquez quien lo delimitó con más nitidez narrativa". Ricardo Piglia .

14.- "Aunque los escritores del 'boom' han usado de la palanca de propaganda política con discreción (...), lo que importa es la calidad de esas obras". Francisco Ayala.

15.- "Soy escritor, gracias a Borges, G. Márquez y V. Llosa". Alfredo Bryce Echenique.

16.- "En la época del 'boom' la lengua era un elemento de unidad cultural". Jorge Edwards.

17.- "Álvaro Mutis encarna el maridaje perfecto de la tradición narrativa con la modernidad del 'boom'". Miguel Delibes.

18.- "Aunque me estuviera muriendo de hambre no aceptaría ni la más mínima limosna del 'boom', aunque hay escritores que releo a menudo, como Cortázar o Bioy". Roberto Bolaño.

19.- "Había muchas mujeres escribiendo (...), pero los que conformaron el 'boom' eran hombres". Isabel Allende.

20.- "El 'boom' no lo hicieron los editores, sino los lectores". J. Cortázar.

21.- "Lo que me alegra del 'boom' es que hemos sido leídos por primera vez por millones de compatriotas (...) y ustedes, los españoles, nos leen gustosamente". J. Cortázar (década de los setenta).

22.- "El 'boom' es la más extraordinaria toma de conciencia por el pueblo latinoamericano de una parte de su propia identidad". J. Cortázar.

23.- "Excepto Cortázar, el boom estaba formado por un grupo de abuelos egoístas que cerraron puertas y no se preocuparon de nosotros (nuevos escritores)". Luis Sepúlveda.

24.- "El boom supuso ese triunfo, esa fama, ese poder, aun ese lujo cosmopolita que desde las encerradas capitales latinoamericanas parecía imposible obtener". José Donoso.

25.- "Me sorprende que haya escritores que renieguen del 'boom' latinoamericano". Juan Gabriel Vásquez

26.- "El 'boom' influyó en nosotros. Ellos ampliaron nuestros límites". Richard Ford.

27.- "El 'boom' es una referencia fundamental, nunca una sombra". William Ospina.

28.- "El 'boom' resultó de la atención que dedicó el catalán Carlos Barral, el verdadero editor de las dos orillas". Rosa Regás .

29.- "Últimas generaciones siguen aprendiendo de los autores del 'boom' y peleando contra ellos". Antonio Muñoz Molina.

30.- "Los ecos del 'boom' se mantienen en el mundo". Jorge Franco .
  • EFE | Elespectador.com






Vargas Llosa, su esposa Patricia Llosa, José Donoso, Mercedes Barcha (esposa de García Márquez), Pilar Donoso (esposa de José Donoso) y García Márquez, en Barcelona en los setenta. / CORITA


¿Por qué hay que matar 

el ‘boom’?

Escritores latinoamericanos debaten sobre los rumbos del ciclo literario más importante del siglo XX en español

Juan Cruz
El País, 7 de noviembre de 2012

La leyenda dice que el polaco Gombrowicz juntó a su alrededor en Buenos Aires a poetas adictos a los que gritó, al despedirse, desde el barco:
— ¡Maten a Borges!
Los escritores siempre han querido matar a sus padres. Algún tiempos después de que autores latinoamericanos de hace cincuenta años (Vargas Llosa, Fuentes, García Márquez, Cortázar, Cabrera Infante, Donoso, Bryce...) se hicieran boom y habitaran entre nosotros, hubo hijos literarios que quisieron matar esas influencias. En sentido figurado, como quería decir Gombrowicz.
Comenzamos a contarle esa anécdota a Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) y él la continuó: “Pues yo creo que no hay que matar a nadie. ¡Ni en sentido figurado!”
Fresán hablaba después del discurso con el que Vargas Llosa abrió el lunes en Casa de América el coloquio con el que la cátedra de su nombre conmemora los cincuenta años del boom y el medio siglo de la publicación de La ciudad y los perros. Vargas Llosa hizo recuento personal de ese largo trayecto ante “cuarenta escritores embarazados” de literatura (como los llamó el director de la cátedra, Juan José Armas Marcelo). Vienen de todas partes y todos tienen en las venas sangre de aquel fecundo periodo literario.
A algunos de esos escritores, como Fresán, les preguntamos por la manía de matar al padre, y en este caso al boom. Dice Fresán: “De hecho yo leo para vivir más, no para matar a nadie”. La lectura, además, “es el modo más barato de sobrevivir. Yo no tengo nada contra el boom como tal, pero sí contra la idea de emularlo constantemente”.
Fue una amenaza, como todo aprendizaje. Dice Alonso Cueto (Lima, 1954): “Aprender de los escritores del boom es una de las tareas más difíciles para un escritor que viene después de ellos. Recoger esta gran tradición literaria sin que se sienta su influencia y a la vez buscando una voz original es duro, pero creo que no hay otra postura posible. La liberación del lenguaje que supusieron estos escritores es un don que hemos recibido los que vinimos después”.
Su compatriota Fernando Iwasaki (Lima, 1961) nació con La ciudad y los perros, “y fui lector de las obras del boom desde la secundaria, nunca he tenido otros sentimientos que no sean la admiración y el cariño. No sería quien soy sin Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez y Cabrera Infante”.
La respuesta más contundente sobre la vieja pretensión de aniquilar esa influencia es de Arturo Fontaine (Chile, 1952): “La envidia se enmascara”. Añade: “Desde el Siglo de Oro que no ocurría en la lengua algo como el boom, entendido en un sentido amplio, es decir, incluyendo a Borges. En cuanto a mí, fueron las lecturas de mi adolescencia, leerlos fue sentir la libertad”.
“Esa manía de matar al padre —incluso con mera simbología freudiana—”, dice Héctor Abad Faciolince (Colombia, 1958), “me parece una idiotez, salvo que el padre sea un delincuente. Con los grandes del boom no podemos sentir más que agradecimiento: fueron ellos los que nos abrieron las puertas del mundo y de los lectores. Nos quitaron complejos de idiotas o de subdesarrollados. Nos mostraron caminos literarios completamente nuevos, y no para seguirlos por el mismo sendero, sino para buscar salidas nuevas en cualquier encrucijada”.
Juan Gabriel Vásquez, colombiano de 1973: “Menosprecio o ninguneo o asesinato de esa generación me parece un síntoma inequívoco de mediocridad intelectual, y aún de una cierta incultura. Los que trabajamos con la lengua española, si nos dejamos llevar por motivaciones o por resentimientos ocultos, sabemos que una es la lengua antes y otra después de Borges, García Márquez o Cabrera Infante. Yo estoy más bien entre quienes piensan en los autores del boom (y sus padres: Carpentier, Onetti) como los verdaderos fundadores de la tradición novelística latinoamericana. Ellos son nuestros clásicos”.
Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) tiene la sensación de que el deseo (o la necesidad) de matar a los padres literarios del boom es más acusada entre los latinoamericanos que entre los españoles. A lo mejor me equivoco, pero creo que ellos los sienten más como antecedentes directos que nosotros. En cuanto a mí, no siento el menor deseo de matar nada del boom”.
Ha habido quienes han querido matar el boom como quisieron matar a Rubén, le decimos al nicaragënse Sergio Ramírez (1942). “Los hijos quieren matar siempre a los padres, y no pocas veces a los abuelos, pero es generalmente un sarampión de adolescencia. Luego se termina por reconocer la herencia. Por mi parte, siendo adolescente nunca tuve esos instintos criminales respecto al boom. Soy de la generación inmediata posterior, el postboom, me abrieron muchas puertas y perspectivas, técnicas de narrar, me dieron visiones nuevas de América Latina, un adolescente aprendiendo de quienes en su mayoría eran muy jóvenes”.
Carlos Franz, chileno nacido en Ginebra en 1959, cuenta por qué no se puede matar al boom como Gombrowicz querían que mataran a Borges: “Porque es inmortal. Cuanto más quieren matarlo más vive y mejor”. ¿Y por qué es importante no matarlo? Gonzalo Celorio (México, 1948): “Supone el regreso de una tradición, y a la vez es el antecedente de lo que Fuentes llamó el boomerang”. Está vivo, no pueden matarlo, dice el novelista mexicano.


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