viernes, 20 de enero de 2012

Alejandra Pizarnik / Diarios / Buenos Aires, 1968

Fotografía de Flor Garduño
Alejandra Pizarnik
BIOGRAFÍA
BUENOS AIRES, 1968

13 de junio
EMPIEZO, con este, el cuarto cuaderno del año 0, más precisamente, del 20 de febrero —fecha en que me mudé y vivo sola— hasta hoy. Acaso convenga pasar a máquina los párrafos que me resulten válidos y tirar así los cuadernos que valgan la pena de conservarse. Pero si a mí misma me aburren, ¿para qué los guardo? Por el sufrimiento de comprobar mi fidelidad a los mismos sufrimientos.
Este cuaderno, tan confortable y por fin extranjero, puede ayudarme a reanudar mi vínculo con las obras literarias, las propias y, sobre todo, las ajenas… Algo a modo de patria se insinúa desde estas hojas rayadas como a mí me gusta o como necesito. Es una buena señal de la que debo desconfiar por razones que conozco desmesuradamente (como todo lo poco que conozco).
Lecturas: releo un párrafo por día de los diarios de K. a fin de darme fuerzas. …
14 de junio
Exasperación espacial. Ignoro en dónde están mis escritos. Son demasiados y son demasiado. Imposible saber dónde estoy si antes no los ordeno.
22 de junio
Hace dos días que confío en que no escribo deplorablemente. Incluso encuentro cierto placer sin alegría en escribir este diario, placer de escribir de prisa y saber que muchas palabras, miles de ellas, me esperan para subir de un salto a mi prosa como un tren rápido. O es cuestión del cuaderno o no es cuestión de nada y acaso sea un espejismo. Pero lo principal es acelerar mis tareas de hormiguita no lejos de transformarse en la hormiguita viajera, si se cumple la promesa de la beca.
… El problema económico es apremiante siempre pero ahora debería resultarme útil (v. Consejos de Baudelaire) para escribir mucho y de prisa, y, también, para leer mucho y de prisa.
23 de junio
¿Y por qué tendría que corregir mucho más que los otros? Ayer escribí “Había una vez…” y, aunque debo corregirlo, es evidente su coherencia e incluso su lenguaje más o menos seguro.
Leer sin falta un párrafo de K., como quien lee la Biblia.
27 de junio
Necesidad de romper los textos muy mediocres o simplemente mediocres. Aunque rompa la mitad de lo que tengo escrito, el resto necesita, para curarse y ser reparado, que su autora viva varias vidas. Acaso mi terror a la muerte me lleve a postergar indefinidamente “la obra maestra desconocida” (debo releer este librito, naturalmente).
El método riguroso y artificial con que corrijo Violario tiene la ventaja de permitirme un lenguaje punzante y acerado como un cuchillo. Pero, ¿nunca hablaré naturalmente ese lenguaje? ¿Es preciso el ritual de las palabras aisladas y la pérdida del contenido para alcanzar la intensidad expresiva que éste requiere? Hay algo que se relaciona con exceso a mi auto-estrangulamiento físico. Torcerme el cuello es mi único acto inconsciente, espontáneo e incesante. Sin embargo, entiendo que el lenguaje de mis diarios no es tan desagradable y no obstante no lo respeto, acaso porque no me cuesta ningún esfuerzo.
...
Mi psiquismo de profundidades, de intensidades, por eso sufro al escribir. Porque quiero, por añadidura, escribir bien, y para eso debería poder remontar a la superficie. No ser superficial sino intercesora, lo cual implica una buena dosis de superficialidad…
26 de julio
Ayer me enteré de que me concedieron la beca.[1] Mi euforia por el aspecto económico del asunto, es decir: hablar de millones con mi madre sabiendo las dos que esa cantidad enorme proviene de mi oficio de poeta. En efecto, es como si algo a modo de destino me ayudara a afrontar mi destino de poeta. Cada año de mi vida, cada sufrimiento, cada jornada de total soledad, todo parece una conjuración o una benévola asamblea cuya finalidad sería la de confirmar mi destino (no elegido sino fatalmente impuesto) de poeta.
15 de agosto
EL TEATRO Y SU DOBLE. Esa necesidad de una disonancia paroxística  en el colmo de la belleza más intolerable. Esa necesidad de vida convulsiva y trepidante a falta de toda posibilidad de vida inmediata, una vida que sea lo que las ideas sobre el teatro de A. lo imposible materializado con su doble o posible o reflejo miserable de lo otro, los grandes deseos investidos de realidad viva, tangible, audible y visible.
17 de agosto
Leer, después, García Márquez. Releer, luego, Rulfo. Hay algo que llamaré acento y que me fascina. Creo que mi sufrimiento a escribir como escribo se debe a mi acento. No obstante el acento puede transformarse, al menos así lo intuyo. Por otra parte, así como me gusta el acento fluido y flexible de Rulfo o de Neruda, del mismo modo me atrae el lenguaje hierático y ceremonial. Pero siento que la expresión o el vuelco de sí mismo en la escritura se logra mediante una escritura “en espiral”, como la de Kafka por ejemplo. Ahora, lo más difícil es unir esta escritura al rigor o a la exactitud. Acento y palabra justa en mí están escindidos. Si aspiro a la justeza de un texto debo matar su acento.
Libro sobre estructuralismo. Acaso me haga bien, aunque nada hace mal o bien cuando se trata de escribir. Pero entre otros problemas padezco el de la revivisección de las palabras aisladas. Como si esas joyas con que constelo mis escritos tuvieran por finalidad excusarme de la precariedad de la prosa que escribo.
Quiero hechos, no motivaciones de mis carencias.
18 de agosto
Importante anotación del 15 de agosto. Se aproxima a lo que deseo escribir, si bien me gustaría, como Artaud, escribir sobre la disonancia con la mayor belleza posible.
La importancia del fragmento del 15 de agosto consiste en que nombra mi herida. Creo que mis lecturas debieran orientarse hacia eso torcido acerca de lo cual quiero escribir. Pero no quiero que el lenguaje con el que hable de él lo sea también.


[1] Se refiere a la Beca J. Simon Guggenheim




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